julio 24, 2013

Andrea Camilleri LA EDAD DE LA DUDA

"Sólo debía dar cinco o seis pasos para llegar a la galería, y quizá encontrar la felicidad. Sin embargo, tenía miedo; esos pocos metros eran peor que una travesía transoceánica, lo llevarían muy lejos de la existencia vivida hasta entonces, sin duda cambiarían por completo su rutina ¿Sería capaz a su edad?".

La mayoría de intentos de convertir sagas literarias en series televisivas suelen acabar en fracaso. España ha sido especialmente terrible a la hora de machacar personajes de ficción. Pienso en Petra Delicado, trasladada a la fuerza de Barcelona a Madrid para mayor gloria de nuestro rancio nacionalismo mesetario, o de Pepe Carvalho, transformado para la pequeña pantalla en una especie de depredador sexual, incapaz de pensar más allá de la punta de su polla. Por fortuna, hay honrosas excepciones a esta regla, que casi siempre han venido de fuera. Podría citarse la genial adaptación de los casos del detective Hércules Poirot realizada por la BBC sobre las novelas de Agatha Christie o, atendiendo al libro que nos ocupa, la estupenda recreación hecha por la RAI de los casos del comisario Montalbano, el célebre personaje de Andrea Camilleri.

Hay que reconocer que una imagen, valga o no más que mil palabras, tiene potencia suficiente para condicionar la lectura. Y es que, tras ver la serie, es muy difícil imaginarse a Montalbano sin el rostro de Luca Zingaretti o a Catarella sin la voz de su doblador al español. Y sin embargo, estas limitaciones no impiden en absoluto disfrutar del libro. Hasta diría que ayudan, ya que permiten recrearnos en unos personajes que, al menos para quienes hemos seguido sus andanzas en televisión, nos resultan entrañables.

La Edad de la Duda se deja leer con verdadero agrado. El estilo es directo, muy conciso y sin adornos innecesarios, pero en ningún momento resulta frío. Además, más allá de la trama policíaca, el sentido del humor de Camilleri golpea cuando menos se le espera, proporcionando situaciones que provocan desde la sonrisa hasta la carcajada.  Por ello, por lo que me gusta este autor y lo bien que me lo hace pasar, prefiero relativizar detalles como un desenlace que quizá no está a la altura de la novela y perdonar algún gazapo gordo, como situar a Israel, Líbano, Siria y Turquía en el continente africano.


Andrea Camilleri arrancó esta saga  en mil novecientos noventa y cuatro, cuando contaba sesenta y nueve  años, y sigue con ella a sus ochenta y ocho.  Sin duda, la edad tiene mucho que ver con su humanismo. Y es que, partiendo de la novela negra, el autor centra su mirada sobre todo en las personas, sabe ser indulgente con nuestros defectos y exalta deliberadamente los valores más nobles que, aunque a veces no lo parezca, aún nos quedan.

julio 17, 2013

Javier Marías LOS ENAMORAMIENTOS

"Podemos ser un obstáculo para alguien sin buscarlo ni tener ni idea, estar en medio, entorpeciendo una trayectoria contra nuestra voluntad o sin darnos cuenta, y así ninguno jamás está a salvo, todos podemos ser detestados, a todos se nos puede querer suprimir, hasta al más inofensivo o infeliz".

Este blog ha criticado sin compasión muchos libros. La mayoría de ellos, sin embargo, no eran obras de literatos, sino de personas enfrentadas sin arte o fortuna al duro ejercicio de escribir. Javier Marías es todo lo contrario. Nos encontramos ante un escritor que hace gala de ello, laureado y miembro de la RAE, un tipo que, además, no se priva a la hora de caricaturizar a sus colegas, tildándolos de petulantes y vanidosos. Un genio humilde, vamos. Y precisamente por eso, lo que en otro escritor de menos fuste podría justificarse, resulta imposible de perdonar en Javier Marias. 

Los enamoramientos es un libro horroroso. Podría argumentar esta afirmación hablando de la trama, casi inexistente, pero aun así aburrida y previsible. Aunque lo peor lo encarnan los personajes, unos seres monocordes y tan similares entre sí que llegas a no saber cuándo lees a uno u otro: todos piensan igual, se expresan de la misma forma, utilizan las mismas palabras, sus razonamientos son idénticos  y además parecen aquejados por una común incontinencia que les hace cavilar de forma obsesiva, en voz y pensamiento, en torno al mismo tema.

¿Y qué es ese asunto sobre el que Javier Marías da vueltas y vueltas, repitiéndose una y otra vez hasta aburrir incluso al lector más predispuesto? Pues nada demasiado complejo. De hecho, nuestro refranero lo resume de en una sola frase: “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Un genial ejercicio de síntesis que queda muy lejos de la capacidad del autor, ya que Javier Marías necesita cuatrocientas páginas y toneladas de tedio para llegar a tan elemental conclusión.

Lo curioso de Los Enamoramientos es que, abriendo cualquier página al azar, no es difícil encontrar comentarios atinados y reflexiones originales  que inviten a la lectura. EL problema es que los repite hasta el hartazgo  sin conseguir en base a ellos elaborar una obra que se sostenga por sí misma.

Para hacer una buena novela se necesita algo más que escribir bien. Una prosa brillante de nada sirve si el conjunto no mantiene una mínima coherencia. Una sola idea, por mucho que atraiga al autor y por poderosa que éste la crea, no siempre da para construir alrededor de ella una historia. Y un truño, lo escriba quien lo escriba, truño es. 


julio 08, 2013

Donna Leon LAS JOYAS DEL PARAÍSO

"Se preguntó si en la actualidad había alguna creencia que tuviese la misma fuerza para la mayoría de los europeos; se le ocurrió que una forma de determinarlo sería pensar en aquellas cosas por las que la gente estaría dispuesta a morir. ¿La transubstanciación? La Trinidad? Indudablemente, no. ¿Por salvar a la familia o a la persona que aman? Si. Pero más allá de eso y de intentar salvar su patrimonio, a Caterina no se le ocurría nada más."

Uno de los grandes atractivos a la hora de abordar Las Joyas del Paraíso estriba en que nos permite leer una obra de Donna León ajena al comisario Guido Brunetti, el célebre policía que protagoniza la mayoría de sus libros.  Eso sí, la  novedad acaba ahí, pues  el escenario en que se sitúa la historia sigue siendo Venecia y la temática gira en torno a la ópera, una de las grandes pasiones de la autora, presente de una forma u otra en varias de sus novelas.

El resultado, bajo mi opinión personal, no ha estado a la altura de la expectativa.  En su empeño por hacer una intriga ligera, culta y alejada del género negro, Donna León ha creado una historia que peca simplona, incluso aburrida en algunos momentos, que no llega a enganchar al lector.  Por fortuna, la autora no aparca el estilo que caracteriza a su saga. Su lenguaje ágil, la mordacidad en las descripciones y su maestría a la hora de desarrollar diálogos siguen presentes. Este hecho, unido al paisaje familiar de Venecia, hacen que Las Joyas del Paraíso sea como un libro de Brunetti pero sin el comisario, ni policías, ni villanos, ni muertos. Por desgracia, al despojarla de estos elementos, nos encontramos ante una novela muy tibia.

Tras advertir de qué es y qué no es este libro, recomendaría Las Joyas del Paraíso tan solo a los  incondicionales de Donna Leon y a los perdidamente enamorados de Venecia. Como yo mismo, lo reconozco.

Javier Sierra EL MAESTRO DEL PRADO

"Que de algún modo, con la ayuda de la Virgen y de San Juan -de espaldas, a la izquierda del lienzo-, a venia de la Trinidad y la continuidad de su estirpe, iba a seguir ejerciendo su influencia sobre el reino.
-¡Tiziano y Carlos de Habsburgo! ¡Menuda complicidad la de esos titanes!"

Reconozco que la culpa es mía y sólo mía pero ¿qué quieren que les diga? El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y además, quien nace ingenuo, ingenuo es y será mientras exista.

El caso es que me había prometido a mí mismo huir de Javier Sierra tras el trauma intelectual que me produjo su  anterior novela El Ángel Perdido, justa ganadora del premio Truñolibro a la peor obra leída en 2011. Incluso hace poco más de dos meses les recomendaba que huyeran del título que hoy nos ocupa aunque, repasando lo escrito, ya dejaba entrever que esta nueva entrega me suscitaba algún interés. ¿Cuál?

Siempre me ha atraído leer sobre misterios. La idea de profundizar en supuestos mensajes escondidos en algunos cuadros de El Prado era una tentación demasiado grande. Por otra parte, el libro en sí es muy bonito: incorpora ilustraciones, intercala láminas, desplegables,  conformando en su conjunto un producto con nivel de calidad poco habitual ediciones masivas. Así que, con mucha precaución, me decidí a abordar la obra.

El resultado he superado mis perores expectativas. El Maestro del Prado es un libro horrible, malísimo. El protagonista resulta repelente desde la primera página y la trama, pese a ser un mero hilo conductor, alcanza la categoría de pésima. En cuanto a los supuestos misterios escondidos en los cuadros, sus famosos pintores fliparían en colores si leyeran el galimatías sin sentido en que Javier Sierra se enreda para elaborar,  en base a vaguedades, contradicciones y aportaciones de su propia cosecha, unas teorías que hieren la inteligencia de quien las lee. Y todo en base a unos supuestos secretos que, según el autor, podrían cambiar la faz del mundo, aunque  para la mayoría de los mortales sean tan irrelevantes como anacrónicos.

En definitiva, podría decirse que El Museo del Prado es una obra para olvidar. Pero no es cierto, conviene recordar lo mala que es por si algún día volviera a sentir la tentación de leer algo de su autor, por atractiva que pudiera parecer su propuesta.