febrero 08, 2012

Fred Vargas UN LUGAR INCIERTO


- También hay gente que come armarios –murmuró Adamsberg.
Vlad se interrumpió, inseguro.
- ¿Qué come armarios? ¿Es eso?
- Sí. Tecófagos.
Vladislav tradujo, y Arandjel no pareció sorprendido.
- ¿Ocurre a menudo en su país? -se informó.
- No, pero también hubo un hombre que se comió un avión. Y en Londres, un lord que quiso comerse las fotos de su madre.
- Yo conozco un hombre que se comió su propio dedo –dijo Arandjel levantando el pulgar-. Se lo cortó y lo coció. Lo que pasa es que al día siguiente no se acordaba, y fue por todas partes reclamando su dedo.

En  un artículo anterior comenté que el principal mérito de Fred Vargas consiste en crear un imaginario personal y perfectamente reconocible,  dentro de un campo tan trillado como el la novela negra. Un Lugar Incierto confirma esta impresión y da una velta más de tuerca al estilo de Vargas: Personajes histriónicos, conversaciones surrealistas, atavismos rurales, fijación con los animales u  obsesiones neuróticas, al servicio de una sólida historia policíaca.

Quizá la principal novedad es que en esta obra la autora francesa explota su vena más gótica, y construye  una historia de vampiros que sirve como armazón para una novela negra. 

Como viene siendo habitual, el lenguaje llega a ser tan enrevesado que no es difícil perder el hilo de la narración. Especialmente difícil resulta saber cómo los personajes llegan a determinadas conclusiones. En estos csos, releer las páginas anteriores no suele ser de gran ayuda. Es preferible seguir con la historia, en la esperanza de que más adelante la autora aclare los puntos oscuros. Casi siempree lo hace.

Un Lugar Incierto es un libro interesante, que, sin ser una gran novela, seduce lo suficiente como para crear adicción al bestiario particular de Fred Vargas.