septiembre 21, 2011

Donna Leon TESTAMENTO MORTAL

"La vida pone un pie delante del otro, silbando una tonada que es lúgubre o alegre, alternativamente, pero siempre pone un pie delante del otro y sigue avanzando".

Haces unos meses, al hilo del anterior trabajo de Donna León, recordé que la autora no había envejecido a sus personajes. Chiara y Rafi llevan 20 años siendo adolescentes, mientras sus padres siguen instalados en ese concepto tan impreciso al que llaman mediana edad. Está bien. En ocasiones te gusta reencontrarte con tus personajes favoritos tal como los dejaste la última vez, y no descubrir en ellos a unos tipos achacosos y vencidos por los años. Además, ver envejecer a los protagonistas de tus historias te obliga a recordar lo viejo que como lector eres, lo cual no es siempre de agradecer.

Sin embargo, el hecho de que Donna Leon mantenga a Brunertti en la eterna juventud no significa que la autora no reflexione sobre el paso del tiempo. Testamento mortal es una constante  yuxtaposición entre lo efímero de la vida, evidenciado por unos personajes cargados de años, recuerdos, secretos y cuentas pendientes, y lo impertubable de la belleza que ejemplariza Venecia.

Una novela bonita, en la que no faltan los rasgos familiares que caracterizan la saga -Brunetti no sería nadie sin el inspector Vianello, el superintendente Patta o la signorina Electra- y a la que, como sucede en las últimas obras de la escritora norteamericana, todo lo que pierde de novela negra lo gana como historia entrañable.

Los diálogos, como siempre, magistrales.

Michael Connelly EL OBSERVATORIO

"En sus propias pupilas, Bosch vio una comprensión de la esencia del trabajo de un detective de homicidios: vio que, cuando saliera por aquella puerta, se sentiría deseoso y capacitado para hacer lo que hiciera falta, costara lo que costase, para cumplir con su obligación. Pensarlo lo hizo sentirse a prueba de balas".

Reconozco que nunca me había acercado a la obra de Michael Connelly y que, por tanto, desconocía al detective Harry Bosch. La verdad, no sé si le daré otra oportunidad. Y eso que la novela cumple su función como libro de verano, esto es,  la trama  no aburre y se deja leer.  Pero le falta literatura y le sobra guión de cine., todo q¡y que, como película, el argumento apenas para elaborar un telefilm de segunda.

Una historia policíaca necesita una chispa especial para transformarse en novela negra. Aquí no la he encontrado. Incluso el protagonista, supuesto héroe, me ha parecido un verdadero estúpido.
Supongo que los que han leido las 12 novelas anteriores del detective Harry Bosch –un acrónimo de Hieronymus Bosch, el pintor holandés que por aquí denominamos como El Bosco- conocerán mucho mejor que yo al personaje y sabrán encontrarle unos matices que no logro ver. O quizá esta obra, la número 13 y publicada por entregas en The New York Times, no está a la altura de las demás.

Para mi gusto El Observatorio es una novela intrascendente, ni frío ni calor, de la que sobre todo se agradece su brevedad.

Leer mientras viajas

Para viajar en vacaciones no hay nada como los libros de bolsillo, fáciles de transportar y reemplazables en caso de pérdida o descuido. Lecturas sencillas que, que sin robar protagonismo al viaje, amenizan esos momentos de relax que siempre se abren en toda escapada.

Reconozco que para mí tiene algo de ritual acercarme a alguna librería -o gran superficie, da igual- y seleccionar los libros que me acompañarán en las vacaciones. Siempre compro de más, por si acaso y,  aunque me atrevo con lecturas que difícilmente abordaría el resto del año, al final coloco en la maleta a algún autor que no me sorprenda. Por si acaso también.

Navegando en lo nuevo, a veces descubro alguna joya y otras me ha tocado he tragado un ladrillo, cosa que hago sin quejarme mientras la prosa sea de fácil digestión.

Estas vacaciones de 2011 me han acompañado Testamento Mortal de Donna Leon, El Observatorio de Michael Connelly y La Biblioteca de los Muertos de Glenn Cooper.

En los proximos días aparecerán las reseñas de los tres libros.