junio 16, 2011

Eduardo Mendoza RIÑA DE GATOS

“-Mire, padre, la gente no quema iglesias y conventos sin ton ni son. Nunca han quemado una taberna, un hospital ni una plaza de toros. Si en toda España el pueblo elige quemar iglesias, con lo que cuestan de prender, por algo será".

En la primavera de 1936 la guerra civil parece ya inevitable y Madrid es el centro de todas las conjuras, intrigas y ruidos de sables o fusiles. En ese convulso marco sitúa Eduardo Mendoza su última novela. Pese a lo atractivo del escenario, Riña de gatos no es una novela histórica ni un relato costumbrista sino un gran folletín de lances y enredos, una novela con más capa que espada que nos devuelve al mejor Eduardo Mendoza.

Mientras en “La ciudad de los prodigios” o “Mauricio y las elecciones primarias” Barcelona era protagonista del relato, el Madrid que aquí homenajea el autor comparte cartel con la gran cantidad de personajes que desfilan por la obra, tanto imaginarios como reales. Entre estos últimos hallaremos a Franco, José Antonio, Azaña, Mola, Sánchez Mazas, Alcalá Zamora o Serrano Suñer.

Los líos en que se mete el fracasado profesor inglés y especialista en Velázquez que protagoniza Riña de gatos, llegarán a recordarnos a “la aventura del tocador de señoras". Y aunque la trama es mucho menos histriónica que la de este libro o el más reciente “Pomponio Flato”, los amantes del peculiar sentido del humor de Eduardo Mendoza no se sentirán defraudados:

“-(…) ¿Es verdad que en su pueblo los hombres llevan faldas?
-En Escocia, y sólo los días de fiesta.
-Ja. Me barrunto yo qué fiestas serán esas –rió la mujerona.

Eduardo Mendoza es un maestro de la literatura y Riña de Gatos una excelente muestra de su mejor forma de escribir. Que este libro recibiera el Planeta de 2010 engrandece el premio.

junio 06, 2011

Henning Mankell EL HOMBRE INQUIETO

De repente, sabía cómo encajaba todo. Baiba tenía razón, su amada Baiba, a la que ahora añoraba más que nunca.
“Detrás de cada persona hay siempre otra” Y el error por él cometido consistía en haber confundido quién iba delante y quién detrás.

Como sucede con las grandes obras, El hombre inquieto son varios libros en uno. Por un lado encontramos a Mankell aplicando una nueva vuelta de tuerca a las escotillas traseras del estado sueco, cusestionando esta vez el posicionamiento de este país durante la guerra fría. El argumento, desarrollado con maestría, hará las delicias de los amantes de las tramas de espionaje.

Por otro lado, esta obra plantea una reflexión permanente sobre e el advenimiento de la vejez y las contradicciones, los miedos y las renuncias que tal etapa conlleva. Y lo hace con crudeza, sin demagogias o sombras de falso optimismo. El hombre inquieto es un libro que puede resultar muy duro para aquellos que empezamos a meditar sobre el futuro desde la perspectiva de una cierta edad.

Por último, El Hombre Inquieto signifca la despedida definitiva del inspector Kurt Wallander. Un adiós triste, tristísimo, con el que Henning Mankell se deshace de su personaje más memorable. En un libro cargado de renuncias, el autor se demuestra frío como el aire de Malmö a la hora de despedirse de su creación. La emoción, el sentimiento, queda para los lectores. Supongo que seremos legión los que, como yo, se han conmivido, incluso indignado, al ser obligados a despedirnos de Wallander de un modo tan cruel. Y aunque no descarto la posibilidad de saber algo más del expolicia de Ystad a través de su hija, tampoco me atrevería a asegurarlo.

En resumen, El hombre inquieto es una gran novela no recomendable para cincuentones depresivos o para aquellos que se acerquen por vez primera al universo de Wallander. Quienes no se sitúen en ninguno de estos grupos hallarán esta obra irresistible.