octubre 10, 2005

Pedro Zarraluki: UN ENCARGO DIFÍCIL


Un asesino sin prisas, una isla primordial... ¡Cuanto voy a echar de menos este libro!
Siento un cierto rubor al confesarlo, pero durante la semana y media que he empleado en la lectura de esta obra, he dormido como un bendito gracias a ella. Y no es que Un encargo difícil sea un tostón, ni mucho menos. Al contrario, se trata de una gran novela en la que todo pasa despacio, ya que si algo sobra a sus personajes es tiempo.
Suelo leer en la cama, por la noche, y la verdad es que me ha sido imposible abstraerme a esa isla semiabandonada, a la monotonía de su paisaje desolado y al devenir de unos individuos sin otro quehacer que lamer sus heridas mientras dejan transcurrir los días. Y claro, envuelto en esa atmósfera de serenidad, a las pocas páginas Morfeo acudía presto a acogerme en su dulce regazo. Han sido sueños cómodos, confortables, a los que me he abandonado miemtras en mi cerebro aún transitaban unos personajes a los que no podía sino tomar aprecio, con la tranquilidad de que al día siguiente me estarían esperando. A fin de cuentas ellos, encerrados en su ínsula, tampoco tienen prisa.
Entre cabezada y cabezada la trama ha ido avanzando ante mis ojos. A medida que pasan las páginas, una tenue sombra de fatalidad parece acechar a aquel grupo de derrotados, cuyo único punto de unión parece ser esa cárcel sin fronteras en la que todos viven mejor de lo que quieren reconocer. La tensión dramática se mueve despacito, con suavidad, como mecida por las olas. El sentido del humor se cuela cuando menos lo esperas, agudo en las apreciaciones pero sin estridencias. Al final, llegas a conocer de tal forma a los personajes que no deseas ningún mal para ellos. Te preocupa tanto la víctima como su posible verdugo, y deseas una salida civilizada para ambos. Estimas a Felisa y llegas a padecer por la suerte de Camila, enfrentada tanto a su pasado como a los sueños de su recién estrenada adolescencia. Y Paco... Paco es mucho Paco.
El final, que por respeto al autor no apuntaré, es quizá demasiado feliz, todo y el esperado percance de Camila. Por vez esa irrealidad supera cualquier contrasentido y supone un alivio para el lector.
Una última advertencia: quizá a muchos lectores, Un encargo difícil les traiga enseguida a la memoria La Isla del Holandés, de Ferran Torrent. Paralelismos no faltan, desde luego. Con este recelo inicié su lectura. Tras consumir la obra me gustaría tranquilizar a quien vaya a iniciarse en ella. La novela de Zarraluki, ganadora del último premio Nadal, transita por sus propios derroteros, alejándose de cualquier comparación.
RESUMEN
Un buen libro, ideal para una lectura lenta, relajada, en la que conviene permitir que el sueño te traslade a esa isla de Cabrera tan necesaria como inexistente hoy día, en la que a muchos nos gustaría refugiarnos de vez en cuando